*Por Esteban Santantino
// El hambre no vende. Quizás sea esta una frase que cruza la mente de quienes deciden qué es noticia y qué no en Argentina. “Miles de argentinos marcharon el viernes en Mar del Plata para recordar la vigencia del drama del hambre en uno de los principales países productores de alimentos”, publicó la semana pasada un diario español en la sección de internacionales. Pareciera que desde el viejo continente, inmerso en la profunda crisis que todos conocemos, se hacen más visibles ciertas cosas que aquí no interesan tanto.
Miles de chicos de todo el país marcharon en la ciudad de Mar del Plata, paradójicamente conocida como “la feliz”, embanderados en una de las experiencias colectivas más dignas de los últimos años, el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo. Sin embargo ninguno de los grandes medios nacionales, ni los medios oficialistas, que se autodenominan la voz pluralista de todos los argentinos, decidieron que era importante tratar este tema. Quizás piensen que los pibes no tienen tanta hambre. No lo sé con certeza, pero me animo a imaginar que ustedes pueden tener alguna idea para aportar.
Las imágenes que observamos de poblaciones enteras del norte del país son desgarradoras. La piel adherida a los huesos y las miradas de profunda resignación penetran en nosotros dejando una marca muy difícil de borrar. Paradójicamente, son las provincias norteñas las que en los últimos 10 años percibieron un mayor avance de la frontera agrícola del monocultivo de la soja sobre sus territorios. Sin embargo, tampoco el hambre del norte aparece en los titulares de nuestra vida.
Es posible que la invisibilidad de los miles de chicos que se reunieron en Mar del Plata tenga alguna conexión con la invisibilidad de los pueblos norteños. Tal vez les esté faltando el apoyo de algún político farandulero, de esos que recorren los programas de la tele desgarrándose las vestiduras en discursos grandilocuentes. O quizás debieran armar un buen quilombo, cortar alguna ruta o destrozar algún establecimiento público, para que se vuelva ineludible su cobertura por parte de los medios.
En medio de los ostentosos fastos del Bicentenario, entre los desfiles, los fuegos artificiales y las deslumbrantes puestas en escena, hay quienes les recuerdan a los gobernantes -y también a los felices y a los satisfechos- que existe una deuda impostergable con la infancia, que la matriz perversa del modelo neo-liberal, ese que algunos pretenden dar por muerto, sigue vigente y de la peor manera posible, en el hambre de nuestro pueblo.
El cierre se lo dejo a Alberto Morlachetti, Coordinador Nacional del Movimiento Nacional de los Chicos del pueblo, quien no necesita muchas palabras para afirmar que “quién muere de hambre, muere asesinado”.
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