martes, 23 de noviembre de 2010

Crónicas encontradas // Los contrastes de nuestros días

*Por Esteban Santantino


Hasta el más despistado sabe lo que pasó esta semana con Vanesa Mamani, la nena de 3 años que cayó a un pozo de unos 20 metros de profundidad en Florencio Varela y que fue rescatada tras seis horas y media de nerviosismo. Los medios realizaron una cobertura en tiempo real, y tanto el gobernador Scioli como el ministro de Seguridad y Justicia de la provincia de Buenos Aires Ricardo Casal, se hicieron presentes en el lugar y se quedaron hasta que Vanesa volvió felizmente, sana y salva a la superficie.

Sin embargo, gracias a la fundación “La Alameda” y a su sitio web www.laalameda.wordpress.com, pudimos enterarnos de otra historia que no trascendió demasiado en los medios, es más, que no trascendió en ningún medio. En la misma provincia de Buenos Aires, Ezequiel Ferreyra, un nene de 6 años que trabajaba desde los 4 junto a su familia para la empresa avícola Nuestra Huella, murió por un tumor cancerígeno alojado en su cuerpo. Desde La Alameda aseguran que “La corta vida de Ezequiel transcurrió la mayor parte de su tiempo entre la sangre y el guano de las gallinas y manipulando venenos con elementos cancerígenos de la empresa, para cumplir a rajatabla con los topes de producción que la patronal le imponía a su familia.”

Ezequiel junto a su familia llegó a Buenos Aires en el 2007. Atrás quedaba la extrema pobreza de Misiones y los sueños se dibujaban en un campo cercano a la capital del país. Trabajo estable y vivienda segura era suficiente para poder construir un futuro mejor para los chicos. Ésa era la promesa que los llevó a la granja «La Fernández», cerca de Zárate y Campana. Sin embargo, el tope de producción que exigía la empresa para abonar el sueldo del papá de Ezequiel, que es más bajo que el de un peón rural, podía alcanzarse sólo si la familia entera colaboraba en el trabajo de “juntar miles de huevos por día, remover guano, juntar la sangre y distribuir el veneno” (La Alameda).

Renunciar no era posible porque al hecho de quedarse en la calle y sin trabajo a miles de kilómetros de la familia y los conocidos, se le sumaba la “deuda” contraída con la empresa por el traslado a Buenos Aires. Resistir era la única opción, pero los agrotóxicos pudieron más que Ezequiel.


De acuerdo a lo que denuncian desde la Fundación La Alameda “Las horas y horas de filmación de trabajo infantil durante el 2008, 2009 y 2010, la granja allanada con la gente esclavizada y la alambrada electrificada, las 30 granjas de la empresa donde el Ministerio de Trabajo constató fehacientemente trabajo infantil en (la empresa) Nuestra Huella, los más de cuarenta testimonios de víctimas de la empresa, las filmaciones de las persecuciones y los intentos de sobornos a los denunciantes, los datos precisos de los reclutadores…” (los que se encargan de buscar familias en las provincias más castigadas por la pobreza para ser traídas a trabajar en condiciones inhumanas) nada de todo esto, fue suficiente para que los jueces Graciela Cione y Adrián Charbay se expidieran con justicia en las causas por reducción a la sevidumbre, trabajo infantil, trata laboral y tráfico de personas.

Son dos historias. En una se entrelazan virtuosamente la efectividad y el buen desempeño de policías y bomberos bonaerenses, la presencia del gobernador y el Ministro de Seguridad y Justicia, horas y horas de televisión atrapante y termina con una foto hermosa de nuestra presidenta sonriente, regalándole una “Barbie” a una nena rescatada de las propias entrañas de la tierra. En la otra se mezclan condimentos más oscuros de impunidad e injusticia, de trabajo esclavo y cercas electrificadas, de denuncias e impotencias colectivas y donde justamente no hay seguridad ni justicia.

La primera es para despistados. La segunda, gracias a “La Alameda”, es para pensarlo.

lunes, 15 de noviembre de 2010

A buscar otras alternativas // Entre lágrimas y carcajadas

*Por Elcar Grieco

Parece extraño, pero no lo es. Daniel Vila se postuló para presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Pero eso no es lo extraño. Lo más sorprende es el discurso, o más bien la bandera, que pregona, con el objetivo de ocupar el sillón que hoy parece estar atornillado al culo del nefasto Julio Humberto Grondona. Ese discurso tiene que ver con federalizar y democratizar el fútbol argentino. Suena lindo. Suena agradable, rebelde, vanguardista. Como título, o como caballo de batalla, esboza una seducción a la cual es difícil escaparle. Pero a lo que sí es más fácil huirle, es al nombre Daniel Vila.

¿Quién es Vila? ¿El presidente de un pequeño club de fútbol del interior del país, más precisamente de la provincia de Mendoza? Sí, ese mismo. El presidente de Independiente Rivadavia de Mendoza –equipo por el que pasó Ariel Arnaldo Ortega durante el proceso de su desintoxicación-. Pero no es sólo eso. No es la única profesión o el único cargo que ocupa. Daniel Vila es, a su vez, uno de los referentes –y dueño- del segundo monopolio más grande de la Argentina en materia de medios de comunicación: el Grupo Uno.

Acá es en donde retumban –y se caen a pedazos- las palabras “federalización” y “democratización”. Porque cómo puede llegar a ser posible, de qué extravagante manera, se logran combinar en una misma persona cuestiones que tienen que ver con la concentración, monopolización y dominación de una actividad, con la democracia y el federalismo de otra. Definitivamente son polos totalmente opuestos. Que se repugnan, que se rechazan. Que bajo ningún punto de vista son compatibles.

El proyecto presentado por Daniel Vila, que apunta a la “solidaridad, transparencia, democratización y federalización” del fútbol nacional, es una gran iniciativa. Tiene muchas cosas buenas. Intenta abrir el juego que sólo se encuentra en manos de unos pocos clubes. Pero no es compatible con la cara –y la trayectoria- de quien lo propone.

Hace 31 años que Grondona es el mandamás –y dueño absoluto- del deporte más popular del país. Es necesario un cambio. Es necesario democratizar y federalizar el fútbol. Pero no parece cierto que ese cambio intente venir de la mano de Daniel Vila. Por eso señores, a buscar otras alternativas.

Lo mejor de nuestra democracia // Cómo escuchar a Carrió y no desesperar en el intento

*Por Esteban Santantino

El acontecimiento político de la semana fue sin dudas el tratamiento de la ley de presupuesto. Es positivo que una instancia que durante muchos años se reducía a una mera formalidad, haya tenido tal relevancia y esté todavía en tratamiento parlamentario. Todos los resortes institucionales, e informales, del Congreso moviéndose a pleno para que pueda aprobarse esta ley, parece ser una clara imagen de que hay cosas que andan bien.

Sin embargo algunos actores siguen generando esos “cacareos” mediáticos que nos alejan de la política, al menos en su forma institucional. Y es por esto que un análisis profundo del tema y los hechos exigen una lectura distanciada de estos actores y, aún cuando la referencia sea obligada, los detalles pueden ser soslayados.

El congreso anda bien, porque no fue fácil para ninguna de las fuerzas políticas que tienen representación parlamentaria acometer con sus intenciones. Todas, absolutamente todas, tuvieron que sentarse a negociar. Tuvieron que buscar, con mayor o menor resultado, consensos al interior de sus bloques y tuvieron que buscarlos afuera. Tuvieron que analizar y decidir, qué podían ceder y qué no.

¿Qué otra cosa es la política de las instituciones democráticas, sino un juego de intereses que mientras más equilibrado es, más difícil se hace para los jugadores definir sus estrategias y más enriquecedoras resultan sus consecuencias?

Es por esto que el oficialismo no pudo aprobar sin más su proyecto, y necesita sí o sí sentarse a negociar y trabajar una propuesta que sea representativa de la mixtura de fuerzas elegidas por el pueblo, que habitan el Congreso. En este sentido, siguiendo el argumento del Dip. Agustín Rossi que comparaba este escenario con el de los períodos legislativos 87/89 de Alfonsín y 97/99 de Menem, para pedir que se apruebe el proyecto sin discutirlo tanto, podemos asegurar que por suerte el escenario actual es distinto al de aquellos años, que derivaron en tan trágicas experiencias.

Es por esto también, que el bloque del PRO tuvo seis ausencias sobre once, que Proyecto Sur, con la disidencia de Bonasso dentro de su propio bloque, se abstuvo en la primera votación y fue uno de los suyos, el Dip. Lozano, el que propuso la vuelta a comisión y ganó en la segunda votación. Es por todo esto que la teoría de un nuevo pacto de olivos no le pega al radicalismo.

“Es la política imbéciles” podríamos decir acomodando la frase del ex presidente estadounidense Clinton.

¿Cuál es la necesidad de la denuncia permanente? ¿Qué dice sobre una persona el hecho de que esté constantemente señalando que el resto de los mortales están equivocados, son corruptos y ladrones, todos, claro está, menos él, y los suyos?

Los proyectos de ley de presupuesto 2011, el del oficialismo, el del grupo A y el de la centroizquierda, están de nuevo en comisión. Queda por decir, que en las instituciones democráticas, cuando las voluntades se ven forzadas a consensuar sobre la base de acuerdos lícitos y legítimos, el resultado es siempre mejor que cuando una voluntad puede imponerse sin sobresaltos.