lunes, 22 de febrero de 2010

Candidato presidenciable

* Por Elcar Eloy Grieco


// Aparece y desaparece. Pega duro y se esconde. Dispara polémicas frases y se oculta detrás de un silencio indeterminado. Defenestra al socialismo en Santa Fe y desde hace un tiempo golpea fuerte al kirchnerismo. Para muchos es un candidato presidenciable. Que “el socialismo es funcional al gobierno nacional”, que “esperemos que no se afanen la Casa Rosada”, que “se metan la candidatura en el centro del culo”. Estas y otras declaraciones salieron de la boca del senador Carlos Alberto Reutemann. Candidato presidenciable. Habla y todo parece alborotarse. Habla y varios tiemblan. Pero cuando los tocados lanzan su respuesta, el candidato presidenciable ya no se encuentra.

¿Por qué Reutemann ataca de esta manera? ¿Es su estrategia política o es su único método? ¿Le da o no le da resultado? Es obvio que algún resultado le debe dar porque nunca perdió una elección. Aunque podría ser que lo utilice como estrategia, yo creo que es su único método. El único que le sale. Pero por qué ataca de esta manera ahí me desconcierta. ¿Será que considera que todas sus gestiones fueron brillantes y cree estar varios escalones más arriba que el resto? ¿Será que perdió la memoria? ¿O pensará que los argentinos perdimos la memoria?

Yo no creo que todos los argentinos hayan perdido la memoria. Por lo menos creo que somos un número respetable los que no la perdimos. Pero los que parece que la perdieron, ¿realmente no se acuerdan del fatídico Diciembre del 2001, plena gestión Reutemista, donde la orden que recaía sobre los policías santafecinos era “reprimir sin dejar huellas”? El país estaba en crisis, la gente tenía hambre y Santa Fe tomaba la delantera entre las provincias con más muertes por represión. 8 personas asesinadas. Entre ellas se encontraba Pocho Lepratti, quién fue baleado por pedirle a la policía que no dispare hacia la escuela donde se encontraban chicos comiendo. Reutemann sólo atinaba a decir: “Yo no di orden de matar a nadie”.

¿Tampoco se acuerdan del trágico Abril del 2003, donde las aguas del Salado tapaban la tercera parte de nuestra ciudad Capital? ¿Ni de las 23 víctimas fatales que dejó esa terrible inundación, evitable por cierto, si se hubiesen terminado las obras prometidas por Reutemann? El mismo Reutemann dijo solamente: “Yo no sabía”.

¿Se olvidan también del ex senador Jorge Massat quien se enriqueció ilícitamente, con la complicidad de Reutemann, dejando empobrecida a la gente del departamento General Obligado? ¿Y se olvidan además de Mercier, de Riegé, de Álvarez? Todos funcionarios en la última dictadura militar, y adivinen qué: todos funcionarios en la gobernación del señor Reutemann.

Los argentinos que no recuerden estas atrocidades evidentemente han perdido parte de su memoria. Pero para los otros, los que no perdimos ni un gramo de memoria, ¿es Reutemann un candidato presidenciable? ¿O es simplemente un tipo que como a tantos otros lo metieron en la política por sus logros en otra faceta, en este caso deportiva, y que a pesar de sus mamarrachos como político sigue teniendo una imagen positiva? Yo me juego por la segunda. Después de todo, los argentinos solemos darle a nuestros ídolos, o a nuestros personajes más populares, mucho más protagonismo del que realmente se merecen.

¿Aprenderemos de una vez por todas a diferenciar la política del populismo? ¿Dejaremos alguna vez de postular a los Artaza, a las Guevara, a los Scioli, a los Ortega, a las Roy, a los Brandoni? Y no nombro a Moria Casán porque vomito. ¿O será que para las presidenciales del 2011 encabezará una formula ese tal Ricardo Fort? ¿O Tinelli o Sofovich o Maradona?

Reutemann fue un gran piloto de autos. Se metió en política o lo metimos. Lo votamos. Nunca perdió una elección. Gobernó y gobierna. Lo hizo y lo hace muy mal. Y ahora parece ser, como en otras ocasiones, que es un candidato presidenciable. ¿Esto es un candidato presidenciable? ¿Reutemann es un candidato presidenciable? Una vez más, pobre de nuestra Argentina. Ojalá la poca o nula memoria de algunos no nos juegue, nuevamente, una mala pasada.

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