jueves, 17 de junio de 2010

Detrás de la redonda: fútbol, pasión y militancia

*Por Facundo Toscanini

// El deporte más popular del mundo, que ha sido definido como “religión de laicos” y “opio del pueblo”, guarda una historia alternativa poco conocida y deliberadamente omitida, que tiene una faceta que lo vincula a formas organizativas de la clase trabajadora y a manifestaciones de resistencia y rebeldía. He aquí alguna de ellas.

La geografía rosarina tiene una cuarta dimensión. No son solamente el largo, el ancho y el espesor. Aparece la pasión popular por el fútbol. Pasión que no ve al fútbol solo como un deporte, sino como una forma de militancia, de encuentro y a partir del cual conforma una identidad cultural.
El fútbol entendido de esta manera genera un acto de amor y compromiso, que evoca y compromete y que se mantiene vivo transmitido de generación en generación en cada barrio de la ciudad.
De esto se trata el Entrevero, un encuentro donde habitan el fútbol, la pasión y la murga para soñar libremente.

Espacios
El Entrevero es un espacio de reunión, recreación y juego entre chicos y chicas de diferentes barrios cuyo objetivo es el de fomentar la diversión, el intercambio de experiencias y la construcción de lazos barriales. Lo forman un conjunto de organizaciones que trabajan con chicos y ven en el fútbol una forma de encontrarse y de participación.
“Este espacio fue pensado como una actividad común de todos los barrios, y lo común a todos estos barrios es el fútbol y la murga. Entonces tomamos como estrategias éstas dos disciplinas porque ambas son parte de la cultura popular y porque además entendemos a la murga como forma de expresión popular que reivindica lo colectivo, como forma de denuncia social, de romper el silencio y hacernos escuchar, y por otro lado entendemos al fútbol como parte de nuestra identidad cultural, que nos convoca a juntarnos donde sea y jugando aprendemos a trabajar en equipo”, explica Pablo, uno de los coordinadores y militante del centro comunitario el Rancho.


Organizaciones
El espíritu del Entrevero se haya teñido de los colores propios que irradia la defensa de los sueños, luminoso de alegría, de esa que generan los caminos dignos. Los coordinadores del grupo resaltan que antes de que el Entrevero exista como tal, hubo en la ciudad una experiencia similar que fue Centro a la Olla, una serie de encuentros futbolísticos barriales. (ver aparte)
“Al poco tiempo de que dejara de hacerse Centro a la Olla, un grupo de compañeros que había participado de esa experiencia, propuso volver a organizar esos encuentros de fútbol en los barrios”, recuerda Cecilia quien coordina uno de los talleres del centro comunitario el Rancho en barrio Parque Casas.
Así fue que después de algunas reuniones entre distintas organizaciones barriales aparece el Entrevero como grupo, que actualmente está conformado por la Asamblea Plaza Ombú (barrio Rucci), los centros comunitarios el Rancho, la Casa de Todos (barrio San Francisquito) y Cabín 9 y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos.
“Cada organización es bastante diferente en los modos de pensar y tienen sus formas de trabajar y sus metodologías, sin embargo en la práctica buscamos una en común, nos pudimos encontrar. Es como que el Entrevero va construyendo una forma de organizarse, de financiarse independientemente de cómo lo hace cada organización. Se trabaja desde el afecto y con mucho respeto y eso posibilita que se pueden discutir las diferencias, no como un obstáculo, sino reconociendo que estamos trabajando desde las diferencias”, puntualiza Mariana militante del centro comunitario Casa de Todos del barrio San Francisquito.

Se viene el Entrevero...
En las orillas de la Rosario céntrica aparecen líneas transversales y existenciales al cotidiano vivir de los más humildes. Limitaciones materiales y simbólicas que determinan los modos de vida e incluso el tamaño de los sueños. Es en este contexto que nace el Entrevero.
El primero de éstos encuentros se realizó en 2005 bajo el lema “para que no nos arrebaten los sueños”.
Sus organizadores recuerdan que aquel primer cruce se realizó en el club Lavalle (barrio Bella Vista). De aquella jornada participaron 130 chicos. “Son encuentros que se desarrollan a lo largo de todo el día. Allí los chicos se juntan, organizan sus equipos y juegan al fútbol. También comparten el almuerzo y la merienda y el día se cierra con la murga”, cuenta Pablo.
Durante el día la competencia va quedando de lado y florecen valores como el compañerismo, la solidaridad, la distribución de roles, la importancia y valoración de todos y cada uno. La igualdad queda plasmada en la repartición justa de los jugadores, en la justicia desde abajo cuando el arbitro pasa inadvertido, en la lealtad a las reglas consensuadas. No se trata de un torneo de fútbol sino de un encuentro donde los chicos juegan pero sin llevar la cuenta de los goles o de quien gana y quien pierde.
“Durante estas jornadas veíamos que si bien el fútbol es un juego colectivo que reunía a los chicos y del cual disfrutaban, se daba la situación de que los más chiquitos y algunas chicas no se enganchaban tanto, es por eso que de aquella evaluación surgieron talleres de plástica donde se construían barriletes y también la organización cantos y bailes”, recuerda Mariana.

Continuidades
Si bien el Entrevero se realiza una vez al año, durante los meses previos se comienza con los trabajos de organización y planificación. “Hay mucho trabajo previo. Cuesta mucho organizarse porque todos en nuestros barrios ya tenemos un cronograma de actividades armado. Es un proceso lento y difícil el del Entrevero. Los meses anteriores nos reunimos todas las semanas las distintas organizaciones que lo conformamos para ir dándole forma”, explica cecilia.
Antes de cada Entrevero se hace una reunión entre los mismos chicos que participaran luego del gran encuentro. Ellos son los que plantean sus inquietudes y las actividades que quieren realizar el día del Entrevero. “Nosotros como coordinadores tratamos que nuestra parte sea lo más de afuera posible. En tal sentido son los mismos chicos los que deciden si los equipos son mixtos, si juegan o no sin árbitro. La idea es que este espacio que se genera no sea para ellos, sino de ellos”, puntualiza uno de los coordinadores.
La edad de los chicos que participan del Entrevero es de 5 a 20 años. Una de las cuestiones que genera este encuentro es la continuidad en el tiempo, algo de lo cual se enorgullecen las distintas organizaciones. “Muchos de los chicos que hoy son coordinadores, hace algunos años eran más chicos y estaban acá junto a sus amigos jugando a la pelota. Eso es algo muy positivo, que muchos de los chicos que pasaron por el Entrevero luego se han ido sumando a los distintos talleres de los barrios y otros incluso a coordinar. Esos casos crean un efecto potenciador de las actividades que se vienen realizando en los barrios. Nos permite seguir encontrándonos con otros grupos y reafirmar las identidades y ver quienes somos y que es lo que hacemos”, remarca Cecilia.

Para seguir soñando
El partido de la historia ya se está jugando en algunos barrios de Rosario. Allí donde el fútbol no está asociado a la palabra dinero. “El Entrevero tomó vida propio, tiene su personalidad. Ha ido tomando cada idea de cada militante que aporta su granito de arena. Es una esperanza concreta para seguir creyendo en el trabajo colectivo. Queremos romper con la lógica de la construcción vertical por una construcción horizontal”, destaca Mariana y agrega que “a partir del Entrevero hubo muchos chicos que por primera vez se subieron a un colectivo y conocieron otro barrio”.
La cotidianidad de muchos de estos chicos se da en su propio barrio, ya que es allí donde van a la escuelas, tienen sus amigos, todo en el mismo barrio.
Del último encuentro participaron 400 chicos que colocan al Entrevero en su lista de prioridades al momento de enumerar los momentos más felices de sus vidas. “Siempre al finalizar la jornada, nosotros hacemos una devolución de lo que dejó para nosotros como coordinadores el encuentro. Y al ver que los pibes nos decían que esto era uno de los mejores momentos que había vivido, la verdad nos llena de orgullo y nos da la pauta de que lo que se está construyendo es muy importante”, cuenta Pablo.
El juego esta en marcha. La pelota comenzó a rodar. Hay equipo y sueños colectivos. Y también allí están los soñadores que anhelan jugar, alguna vez, en la primera de la historia y ganar, sobre la hora, el campeonato de la igualdad, la libertad y la justicia para los que son más.

CENTRO A LA OLLA
Hacia fines del año 2000 un grupo de organizaciones barriales y centros comunitarios de la ciudad, comenzaron a ver con preocupación la creciente deserción escolar que se venía dando entre los chicos de sus barrios. A esto se le sumaba el problema, no menos grave, que era el creciente consumo de drogas por parte de estos mismos chicos.
Frente a esta situación surge la necesidad de ver desde y en que ámbitos se juntaban los chicos en esos barrios. El fútbol fue la respuesta a aquel interrogante. El fútbol era el espacio en donde los chicos se encontraban y le hacían una gambeta al flagelo de la droga.
Es así como comienza a desarrollarse “Centro a la Olla” que consistía en talleres de fútbol. Estos encuentros los impulsaban una serie de organizaciones barriales, que se conocían y venían haciendo algunas actividades en común, entre las cuales se encontraban San Martín Sur y el Engrudo, el centro comunitario La Rigoberta del barrio la Sexta, y agrupaciones de barrio Ludueña y Bella Vista.
A la organización de estos encuentros se sumaría luego el por entonces jugador de Newell’s, Kurt Lutman. “Después de estar 20 años pateando una pelota se me ocurrió que podía aportar mi granito de arena. Así fue que me sumé a estos talleres de fútbol. Y allí es donde aprendés o, tal vez desaprendes un montón de cosas con los pibes. Esta cuestión de ser titular o suplente queda de lado. Hay que desaprender el formato característico de lo que se entiende por equipo de fútbol, allí se jugaban otras cosas: el intercambio de la palabra, trabajar el tema de la violencia en todos sus aspectos, la amistad. Entonces ahí lo individual va quedando atrás y nace lo colectivo”, cuenta Kurt ocho años después de haber sido parte de esa magnífica experiencia que sentó las bases de los que hoy es el Entrevero.

“Ser canalla es mucho más que el partido del domingo”
Así lo definen Virginia Bañez y Pablo Buffarini, dos de los impulsores de lo que fue Canalla de Favores, un proyecto inspirado en una “sonrisa gigante, en la alegría de ser canallas y poder transmitir ese sentimiento a aquellos que más merecen sonreír: los niños”.
Surgida en el seno de la agrupación “Primero Central” y de la Organización Canalla para América Latina, este proyecto solidario logró que durante todo 2005 unos 3000 chicos que concurrían a jardines de infantes de las zonas más carenciadas de la ciudad pudieran disfrutar de una jornada de diversión, conociendo lo que hasta ese momento no sabían que existía: el centro, el cine, un paseo, una jornada de alegría.
A la vez este proyecto solidario ayudó a paliar alguna de las tantas necesidades de estas escuelitas, dejándoles a cada una algo que les fuera útil para su funcionamiento diario: bibliotecas con material didáctico, peloteros de recreación, pintura y refacción de aulas, hornos de cocina para generar sus propios alimentos, asistencia médica. Todo esto se fue dando en un marco de total solidaridad y confianza que la misma gente, desconocidos en su origen, fue construyendo.
“Estamos convencidos que Central es todo eso. Es barrio, es hijo del pueblo trabajador, es encuentro, pasión, rebeldía, militancia, es una auténtica forma de vida”, remarcan los fundadores de Canalla de Favores.
Solidaridad en tiempos de especulaciones personales; invertir en los demás cuando se dice que a nadie le importa lo que le pasa al vecino.
Canalla de Favores, es el río profundo de la historia de Central. Una epopeya en estos tiempos de desvinculos y la confirmación de que el fútbol no solo es un deporte, sino también rebeldía popular, esperanza colectiva que busca recuperar sueños inconclusos.

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