Propuesta para el después del Mundial
*Por Facundo Toscanini
// Terminó el mundial. Finalmente fue campeón España por primera vez en la historia de los mundiales de fútbol. Atrás quedan 30 días en los que casi no hablamos de otra cosa que no fuera de éste deporte, que (al menos en la opinión de éste cronista y de tantos otros también) es el más popular y apasionante de todo el mundo.
La cuestión es que ya se terminó el mundial. Y por lo tanto, casi como por arte de magia, comienzan a aflorar una serie de temas que tienen que ver con nuestra cotidianidad, y que necesitan ser hablados, debatidos, expuestos. En fin, vuelve la rutina noticiosa que nos proporcionan los distintos medios de comunicación, que en muchos casos más que informar, tienden a desinformar.
Sabido es que los medios de comunicación, en sus distintos formatos, son herramientas de educación y contribuyen a instalar y promover debates en las instituciones y en la sociedad en general. Los estilos y las formas son diferentes, pero es imposible pensar hoy en la discusión de ideas sin contar con el escenario y con los recursos que brinda la comunicación.
Comunicar desde la tele
La televisión goza de un cierto desprestigio, que a juzgar por los tiempos que corren y los contenidos que se difunden, podríamos decir que está bien ganado. Pero como todo en la vida, están las excepciones. Esto, desde luego, tiene que ver netamente con lo subjetivo. Lo que para unos puede ser bueno o estar bien para otros no.
Siguiendo este razonamiento de lo subjetivo, éste cronista cree que pasado el mundial de Sudáfrica la propuesta más interesante que nos hace la televisión por estos días es la vuelta de Diego Capusotto a la pantalla chica.
Así es, vuelve Capusotto a la tele con su programa “Peter Capusotto y sus videos”. Con él retornan también todos sus personajes y quizás el más querido de todos ellos (de nuevo presente lo subjetivo): Bombita Rodríguez.
Bombita Rodríguez
“El Palito Ortega Montonero. Símbolo de una época donde la humanidad creía que se podía soñar con un mundo mejor. Brilló a principios de los 70 concientizando a las masas a través de sus canciones pegadizas y revolucionarias”. Así lo presenta el locutor del programa cuando Bombita hace su entrada triunfal.
Al verlo y escucharlo, uno no puede dejar de tararear algunas de sus canciones como “Burgueses, atrás, atrás” o “Armas para el pueblo, armas para el pueblo ya” entonadas durante el carnavalesco “pic-nic de los montoneros”, una verdadera comedia de izquierda para grandes y chicos.
Bombita Rodríguez nos hace reír y mucho. ¿Por qué nos hace reír Bombita? Es una pregunta que, creo, deberíamos hacernos. Bombita habla de la clase obrera, habla de la liberación nacional, habla de los explotadores y los explotados, habla de los burgueses y los proletarios, habla de la cultura popular, de la educación de las masas, del socialismo. Éste discurso hoy en día causa risas. ¿Por qué? ¿Por qué en la década del ’70 estas cosas no hacían reír? No sólo no hacían reír. Hubo gente que tomó tan en serio todo esto, que llegó a vivir sólo para estas ideas, llegó a soportar torturas, llegó hasta a dar la vida (su propia vida). ¿Cómo pasó? ¿Por qué en la década del ’70 se decía clase obrera, proletarios y burgueses, explotadores y explotados, liberación nacional, socialismo, y nadie se reía?
Tal vez, la respuesta a estos interrogantes se encuentre en los significados de aquellas palabras, de aquel discurso. ¿Qué significa hoy para nosotros la clase obrera, el socialismo, los explotadores? Para ellos (los militantes de los `70) significaba algo manifiesto: era época de certezas, de buenos y malos, de relaciones sociales evidentes, claras. De un lado de la sociedad, los explotadores; del otro, los explotados. De un lado de la sociedad el mal burgués; del otro, el pobre proletario. De un lado del mundo el imperio; del otro, el país subordinado. La verdad se imponía. Eran los tiempos en que la posibilidad de transformar la sociedad o más sencillamente aún el mundo, estaba al alcance de la mano. Sólo había que reunirse y hacerlo ¿Cuándo se perdió la certeza? ¿Quién terminó con las certidumbres?
La posmodernidad
No son pocos los analistas políticos, sociólogos y demás intelectuales que no dudan en recurrir al posmodernismo como el momento en que se acabaron los ideales, las ideas, las consignas claras. Las certezas. Del mismo modo, no son pocos (también) los (otros) analistas políticos, sociólogos y demás intelectuales que plantean que invocar al posmodernismo para dar respuesta al interrogante planteado es patear la pelota afuera. El posmodernismo no es un hecho social que se impone. El posmodernismo somos nosotros mismos cuando pensamos que las certidumbres han sido socavadas, cuando creemos que las relaciones sociales se han vuelto opacas, cuando consideramos que la sociedad es incomprensible y por tanto, intransformable. El posmodernismo es un espíritu de época, una aciaga derrota, una resignación cobarde. No una verdad que se impone. La verdad está ahí afuera. Y sigue siendo evidente. Explotadores y explotados, proletarios, imperio, educación, socialismo.
La diferencia entre los ’70 y el presente no está en lo que las palabras significan. La diferencia está en nuestra relación con los significados. Las palabras ya no denotan, para nosotros, una verdad objetiva. Esta es una época en que nadie puede tener verdades. Ni siquiera las obvias. Nuestra época fomenta la ambigüedad, el equívoco, las complejidades y matices. La verdad no se dice.
Esto puede verse claramente en los medios de comunicación. Hoy, la única manera de transmitir ideología (o mejor diría, ideales) es ocultándola. Cualquiera que grite a los cuatro vientos lo que piensa sólo provocará sonrisas. TN se presenta como bueno, serio, mesurado y claro está, independiente: su ideología está oculta (para el que no la quiere ver). La radio de las Madres de Plaza de Mayo es señalada como mala, ridícula, exagerada, y una más, oficialista: su ideología se grita.
Pareciera que en este presente las verdades son muchas, y cada cual elige la que quiere.
Uno como periodista suscribe a aquello de que la noticia es una mirada y un relato del hecho, una forma de ver y describir la realidad. También sabemos que contamos los hechos desde donde los miramos, pero que esta subjetividad presente en el relato, presente en la elaboración de la nota periodística, no debe nunca modificar la realidad del hecho que se cuenta. La premisa básica del oficio es que las miradas pueden variar, pero los hechos son sagrados.
Respuestas
La pregunta vuelve a hacerse presente ¿por qué Bombita hace reír? Una vez dijo Alejandro Dolina que “el humor era poner una cosa en un lugar que no le corresponde. Esta definición hace que todo anacronismo sea potencialmente gracioso”. Bombita es certero: sabe que hay explotadores y explotados, sabe que si se quiere luchar por el socialismo hay que decirlo, sabe que para transformar una sociedad es necesaria la educación popular, sabe que existe una lucha por la liberación de los oprimidos. Bombita lo dice, sin medias tintas, sin tapujos, como quien dice una verdad evidente. Como quien dice “salió el sol”, Bombita dice “la clase obrera tiene que luchar por el socialismo”. En su contexto, los ’70, Bombita se convierte en un personaje famoso, querido, estimado. En nuestra época, plagada de cinismo e hipocresía, en nuestra época de verdades a medias, de ambigüedades, de dudas, la verborragia certera y contundente de Bombita mueve a risa. Es anacrónica. Fuera de época. Para Bombita las relaciones sociales son evidentes. Nosotros preferimos ignorarlas.
Tal vez, sea hora de comenzar a replantearnos esas risas que nos genera Bombita Rodríguez y tratar de comprender el discurso de éste personaje de manera más profunda, más certera. Quizás encontremos algunos elementos para comprender este presente de verdades a medias (que es hijo directo del pasado reciente).
De otro modo, Bombita nos seguirá haciendo reír. Y mucho. Lamentablemente.
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