*Por Elcar Eloy Grieco
// De la entrevista realizada por Nicolás Boggino
Charly Bustos fue integrante de La Trova Rosarina y sus canciones son actualmente cantadas por grandes músicos. Vive en la calle y no posee ninguna pertenencia, pero asegura que el arte le dio “todo”.
En la calle, con pocas cosas a cuestas, cambiando sahumerios por centavos, pero sin rencor alguno. Charly Bustos es uno de los tantísimos talentos que salieron de abajo de alguna piedra que en algún momento alguien pateó. Fue integrante de La Trova Rosarina y varias de sus canciones son cantadas por grandes músicos. Hoy duerme en cualquier banco de plaza o a orillas de una vidriera, acurrucado en un tibio cartón, con frío pero sin arrepentimientos. La gente lo reconoce y lo aprecia mucho. “Yo quiero tener un millón de amigos, lo demás puede pasar como quiera”, dijo Bustos con los ojos alegres.
Su pasión por la música comenzó cuando era muy chiquito. “Mi padre me mandaba a cantar a un programa de LT2 que se llamaba Los Ruxcolitos”, comentó Bustos. Estudió piano, acordeón y guitarra, y a los 12 años empezó a componer sus propias canciones, emparentadas al rock. “Eran medio copiadas, estaba influenciado por Charly García, Siu Generis, León Greco, Spinetta. Me volví adicto a eso cuando fui a ver a Serú Girán al teatro El Círculo”, expresó.
Su paso por La Trova Rosarina fue de la mano de Lalo De Los Santos. A pesar de que Bustos, en su pregono de humildad, dice que no formó parte de este clan, se sabe que fue así. “A Lalo le gustaban mucho mis canciones. Él cantó un par de canciones mías y me llevó a vivir a Buenos Aires. Estuve tocando un montón de veces con ellos”, comentó Bustos, con la modestia que a mucha gente, sin el talento de él, le suele escasear.
Charly Bustos vive en la calle. No tiene más pertenencias que un puñado de sahumerios que, las veces que no los regala, los vende a pocos centavos. El arte que él trasmite lo dejó en esta situación, pero no reniega de eso. Todo lo contrario. Se lo nota contento, alegre. “Lo mío es una cosa sin tornillos, no tiene mucho sentido. Para mí es un estado de demencia generalizado que no sé como definirlo. Está todo el mundo tan loco, ¿por qué yo no eh?”, exclamó Bustos entre carcajadas, y agregó: “El arte todo el tiempo te está dando. A mí me dio todo. No tengo nada para dar más que eso, y parece que la gente lo aprecia bastante”.
Pudo ser famoso y no quiso. Pudo tener dinero y no lo codició. Pudo ser un número uno, un músico exitoso, pero hubiese tenido que renunciar a ser Charly Bustos. Éste que camina por la calle saludando constantemente, que se abraza en cada esquina con algún amigo y que regala simpatía, humildad y talento puro.
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