martes, 7 de septiembre de 2010

El "Neo-Fascilismo"


*Por Esteban Santantino


Una vez más, un e-mail vomitivo funcionó como disparador de esta columna. El texto es corto y lo quiero compartir con ustedes para que podamos aventurarnos a analizar sus argumentos:

“Planes Trabajar” “Jefes y Jefas de familia” “Asignación por hijo” “Prebendas Políticas”, etc. etc.

Pensamiento de A. Rogers.

Todo lo que una persona recibe sin haber trabajado para obtenerlo, otra persona deberá haber trabajado para ello, pero sin recibirlo. El gobierno no puede entregar nada a alguien, si antes no se lo ha quitado a alguna otra persona.
Cuando la mitad de las personas llegan a la conclusión de que ellas no tienen que trabajar porque la otra mitad está obligada a hacerse cargo de ellas, y cuando esta otra mitad se convence de que no vale la pena trabajar porque alguien les quitará lo que han logrado con su esfuerzo, eso... mi querido amigo... es el fin de cualquier Nación.
“No se puede multiplicar la riqueza dividiéndola”.

Si no estás de acuerdo, no lo pases.
Como estoy de acuerdo lo paso.


El mail terminaba de ésta forma, invitando a hacer circular esta pieza de un texto que corresponde al tal Rogers si estabas de acuerdo con lo que él decía. Todos los miembros de mi familia recibimos este mail y todos de parte de personas diferentes. Buscando en la web pude ver que su nombre completo es Adrian Pierce Rogers, que nació en 1931 y murió hace apenas cinco años y que fue un pastor protestante, evangélico y conservador. Claro que tal pensamiento en el contexto estadounidense no es lo mismo que aquí en Argentina. El consenso de Washington que dio nacimiento al paquete de políticas neo-liberales, no tuvo la misma aplicación allá, que en el resto de América Latina. A decir verdad allá en el Norte, de nuestro continente y del mundo, jamás aplicaron las políticas que el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial se encargaron de que sean aplicadas en países como el nuestro; y con el resultado desgarrador que bien puede entenderse en el legado que Carlos Saúl Menem dejó al país, para que Fernando De La Rúa termine de empujarnos al precipicio.


“Se abre señores un nuevo capítulo en la historia económica argentina, hemos dado vuelta una hoja del intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica, para dar paso a la liberación de la fuerzas productivas”, decía José Alfredo Martínez de Hoz inaugurando la política económica que nacida en aquél golpe militar de 1976, terminaría por delinear 25 años de una vorágine económica que incluyó la devastación de la industria y de todo tipo de producción nacional junto con las más altas tasas de desocupación, fragilidad e inestabilidad laboral, pobreza, hambre; en fin, que incluyó violencia e inseguridad en su sentido más amplio.


Sin embargo, frente a la recuperación económica de los últimos ocho años, proceso que fue acompañado por una reaparición del Estado en la economía, también reaparecen discursos que reivindican conceptos de aquél modelo económico que nos sumergió en la crisis del 2001. Quien les habla no acuerda con muchas cosas de este gobierno, pero mucho menos puede acordar con el resurgimiento de este discurso conservador, de derecha y de un exacerbado individualismo, que no es sino la recalcitrante reacción de quienes todavía no pueden entender que el nivel de consumo interno y el bienestar, aunque sea precario, de las amplias mayorías empobrecidas de nuestro país, es la única vía posible para el desarrollo integral y genuino del país.


Es necesario rechazar el componente clientelar del asistencialismo estatal que sólo sirve para mantener a los pobres en su condición, tanto como es necesario encontrar la forma de que el trabajo genuino, formal y estable vuelva a ser una característica de la estructura productiva argentina. Mientras tanto las empresas multinacionales que explotan nuestros recursos naturales a través de la industria minera y la exportación de cereales siguen siendo quienes más ganan y quienes menos pagan en Argentina. Claro que el e-mail no decía nada de esto… es más fácil naufragar en un odio racista, y mantenerse en la ignorancia de repetir conceptos elaborados por terceros, que tomarse el compromiso de pensar un futuro mejor y que nos incluya a todos…

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